Me das todos los motivos existentes en este mundo y en dos más para quererte como lo estoy haciendo. Estás en mí las veinticuatro horas del día, a veces las veinticinco. A veces soy más vos que yo.
Lamento decirte mi amor, que no hay nada de todo lo que puedas darme que mate mi esencia. Te quiero y está claro, pero no puedo quererte sin pensar en que mentís. Y no es por vos, es por mí (toda yo soy una frase hecha mientras que vos vas por ahí jactándote de ese poema que nadie jamás imaginó) porque mi naturaleza no busca razones por las cuales decir: no confío. A ella le basta con saber que te llevo en mí para empezar a sentir ese miedo, y desplomarme el cielo. Como si tuviera dos polos en mi cerebro que al mismo tiempo pueden pensar en lo mucho que nos queremos y en la crueldad con la que mentís. Y si no te digo nada es porque estoy más que acostumbrada a mí, porque sé que me queres y que aunque me jures que tu vida es para mí, de vez en cuando voy a seguir pensando que no haces más que jugar. Tengo millones de preguntas que hacerte, pero que no podrías responder y si no las hago es porque se que en vos está ese camino en donde voy a encontrar la respuesta a cada una de ellas de la forma más natural.
¡Saca seguridad de donde no tenemos, nene, y pisame este miedo lo más fuerte que puedas!