En Baires, en Londres o en Rusia.

Me encuentro escribiéndoles desde la cama de mi papa en la que estoy desparramada y a punto de morir. He sido atrapada por una feroz angina de la que soy victima desde , creemos, mi cumpleaños, en el que salía y entraba de mi casa más que desabrigada. Nunca me enfermo, pero cuando lo hago, termino así. Las clases empezaron el lunes, hoy es miércoles y yo todavía no pise el colegio, por un lado es bueno, no tengo ganas de volver a empezar pero por el otro, Dios! Estoy hartísima de estar acá acostada, noche y día. Hace tres fechas que no piso la vereda de mi casa, no doy más. Lo peor, es que cuando me empiezo a sentir mejor, un golpe de fiebre me deja postrada en la cama otra vez, la garganta inflamada no me deja tragar y tengo que pasarme la comida a través de un tubito que lleva en licuado lo que vayamos a comer, directo a mi sangre. Bueno, tanto así no. Pero es para que se imaginen. No me pregunten porque no voy al médico, ya saben, no me gustan y no creo que sirvan de mucho. A demás, voy a un hospital, clínica o lo que sea y salgo de ahí peor de como había entrado. Imagino la sala de espera, llena de madres inexpertas con tres hijos, uno en brazos, otro corriendo, y el otro llorando a sus pies. Todos chiquitos, con los mocos colgando, las manos sucias y casi tan fastidiosos como yo. No gracias. De solo pensar en esa escena, se me revuelve el estomago, la cabeza me da vueltas y me enfermo todavía más.

No se, me quiero sacar este color azul de las uñas y tengo una reflex analógica profesional que me está esperando cargadita para salir a atacar escenarios y yo no tengo la puta fuerza para agarrarla y dispararle a cuanta cosa vea. Abominable. Pero lo más jodido del asunto es que estando más de cinco minutos en mi computadora, me mareo, por ende, tengo que usar la notebook si quiero navegar, y en esta chiquita, no tengo ni una fuckin imagen. Anyway, el mismo infierno.