Renovando la casa.

Hace unos días que venía entrando al blog solo para releer una y otra vez las entradas que describen lo "bien" (¿bien?) que me encontraba días atrás. Subí la entrada anterior, un cuestionario que siempre me resultó pedorrísimo para colgar en un blog, pero bueno, digamos que quería demostrar que mi pequeño gran diario intimo público (¡que contradictoria estas!) no estaba muerto del todo o que por lo menos estaba intentando salir del coma V. Se ve que "funcionó", hacía rato no tenía dos comentarios. ¡Dos comentarios! Me sentí una vedette berreta de esas que están en la calle Corrientes y que suben toda su vida a Twitter (cosa que no entiendo Enzo, no entiendo) y que se ponen felices porque el de programa de chimentos lee sus publicaciones al aire. En fin, me entristeció entrar acá y ver todo lleno de polvo y telas de araña colgadas, por eso después de un par de plumerazos pude ver el pasado no tan pasado que había dejado ahí quieto y me acordé de como me gusta escribir. Por eso acá estoy. Bueno, tampoco voy a ser tan hipócrita de decir que fue solo por eso que hoy me tienen nuevamente acá, tengo que reconocer que no aguanto más la presión y que necesito descargarme, capaz porque estoy dándome cuenta de que no hay mucha gente dispuesta a escucharme, y la que había ya se aburrió, por eso busco salidas. Me encuentro en una situación que no me permite hablar con facilidad, no puedo echar culpas ni cargos porque en primer lugar no soy nadie para hacerlo, y en segundo lugar, gran parte del inicio del conflicto me pertenece a mi, pero aún así todavía sigo sosteniendo que las parejas son de a dos y que en un noviazgo las dos partes son responsables tanto de las victorias como de los fracasos. ¿Me queres tanto que me echas la culpa de tu vida? A otro perro con ese hueso.


Le cambie el color y la plantilla al blog, también el nombre, no quiero que nadie conocido sepa cosas mías. Mías.